En uno de los capítulos de Salvapantallas (Los Tres Editores), Luis Chaves dice que «en diez días cumplo 44 años. Anoche, viendo una peli con las chicas, caí dormido antes de las 9 pm. Hoy me levanté a las 6 am. y salí a pasear a Nina, la perra. Mi vida está acabada».
A menudo, y ahora más que nunca, la autoficción se convierte en una recopilación de recortes de intimidad puestos al servicio de una tesis. Libros que, a fuerza de ordenar lo vivido, buscan extraer una moral. Si Salvapantallas fuera uno de esos libros, sería sencillo escribir unas palabras sin sentir que no estás haciendo justicia al texto de Chaves. El debut en narrativa de este poeta de San José, Costa Rica, hace el único ejercicio de honestidad posible cuando la intención es hacer pasar la vida por el tamiz de la literatura: asumir que no hay ningún centro gravitacional donde agarrarse, y abrazar el caos al mismo tiempo que evitas sus alborotos. Salvapantallas es una rebelión contra la memoir clásica, pero donde todas las detonaciones son controladas; donde todo —el libro se abre cuando se abre una herida, la de un Chaves niño rascándose la rodilla, y se cierra con la hija del autor escribiendo su primera palabra contra un cristal empañado— está perfectamente en su lugar.
Chaves sabe cargar su retrospectiva de un humor vibrante —«Domingo 20 de octubre: ¿Cómo es posible que este día luminoso se vaya a convertir, en unas horas, en esa extensión retroactiva y maligna del lunes?»—, de una idea de belleza concretada en la gestión de los fracasos atómicos que se hacen sarta a medida que pasan los años, y de esos éxitos minúsculos que, de vez en cuando, los interrumpen: en un taller literario coordinado por Chaves, la visita puntual de Alexánder Obando y la lectura en voz alta de un pasaje de su obra por parte de un alumno estimula un momento de simbiosis histérica. «Sé que aquello que se leía en voz alta», escribe el autor, «era la combinación de ambos: uno lo había escrito, otro lo había entendido como nadie. De pronto eran el tándem demoledor, el dúo dinamita, el gordo y el flaco, Lennon y McCartney, Sundance Kid y Butch Cassidy, Hanna y Barbera, Pilo y Hernán, Thelma y Louise, Orfeo y Eurídice, Smith y Wesson, ¡todos juntos!».
En la enumeración conjuntiva podríamos añadir a Luis Chaves y Martí Sales: el lunes que viene, el dueto estará en la Llibreria Finestres para conversar en torno a este maravilloso Salvapantallas.
