Laia Falcón estudió filosofía, trabaja de editora y sigue sin carné de conducir. Hace 10 años arrancó el proyecto El Culturista, una agenda y revista cultural para familias. Monta actividades y talleres culturales de todo tipo, algunos festivales y cuando no está en Finestres está en Espai El Culturista. Este año, Falcón será la conductora de nuestro club de lectura juvenil.
Tu club de lectura está dirigido a jóvenes entre los 13 y los 15 años. ¿Cuál era tu libro favorito cuando tenías esta edad? ¿Qué hacía que te gustara?
Me cuesta mucho elegir sólo uno. En ese momento me gustaba mucho leer historias claramente adolescentes y de carácter costumbrista, porque encajaba muy bien con las vivencias y emociones que experimentaba entonces; me hacía sentir acompañada. Acostumbraba a leer lo que publicaba La Magrana y Columna Jove. Por ejemplo, Quin dia tan bèstia! de Mary Rodgers, Quan un toca el dos de Anna-Greta Winberg o Tres és massa de Màrius Serra.
Si con todo lo que has leído a lo largo de la vida pudieras volver al pasado y recomendarle una novela al tu yo preadolescente, ¿qué libro sería y por qué lo escogerías?
Le recomendaría que no tardara tantos años en adentrarse en la lectura de cómics. Yo empecçe con veintidós años, y desde entonces no he parado. Y, de lo que se publica recientemente, le diría que si quiere una buena novela romántica, leyera Mary John de Anna Pessoa.
Hay un lugar común que dice que los jóvenes no leen porque ahora, con unas redes sociales omnipresentes, tienen demasiado estímulos en contra. ¿Crees realmente que el hábito lector entre la juventud ha estado más amenazado, ahora, que en épocas pretéritas?
La respuesta rápida, y fácil, es que sí. De hecho, la franja de edad de los jóvenes que dejan la lectura se va reduciendo, algunas personas la sitúan ahora mismo a los nueve años. Hay muchos motivos. En épocas pretéritas, por ejemplo, había enfermedades de larga duración que suponían muchos ratos muertos perfectos para la lectura. Ahora sí, hay todo tipo de pantallas, exceso de extraescolares y compromisos que van recortando los ratos de lectura; pero hay una pieza clave para enfrentarse a ello, coincidente en cualquier época: la mediación doméstica, escolar o social, con los amigos.
¿Crees que una cosa que aleja los jóvenes de la literatura puede tener que ver con cierta desidia con que es transmite el hábito desde las instituciones educativas?
Sí, hay una parte que probablemente venga de aquí, pero la lista es larga y somos muchos los implicados. Hay mucho trabajo por hacer, sobre todo para la franja juvenil, aunque se puede empezar antes, en la etapa infantil. Faltan buenas bibliotecas en las escuelas y especialmente en los institutos.
Hay cierta tendencia de la LIJ a ser demasiado pedagógica y moralizante. Tu selección huye de eso. ¿Cuál ha sido tu criterio a la hora de conformar la lista de libros?
Esto pasa de manera desmesurada en la franja infantil más que en la juvenil; es un infierno (se ríe). Con el juvenil quizás se peca más de querer seguir lo que es tendencia, en algunos casos de manera chapucera, y cuando se añade cierto moralismo ya es para plegar velas; se hace muy cansado. Yo intento hacer una selección variada, cosas que me parecen interesantes por la temática, por como están escritas, aunque mi yo adolescente no las hubiese querido leer. Y procuro que en la lista siempre haya un par de cómics.
Una de las novelas escogidas es Bambi: Història d’una vida al bosc, cuya lectura rompe ciertos tópicos de la adaptación de Disney; lo más significativo es la poca centralidad que tiene la muerte de la madre. ¿Por qué crees que en la versión animada pusieron tanto énfasis en ello?
Hay un patrón recurrente en las adaptaciones de obras literarias que ha hecho Disney a lo largo de la historia: siempre escogen aquellos elementos que les van mejor para transmitir una pedagogía y una moral muy concretas.
La orfandad, la ausencia de padres, es un tema recurrente en tu club. Pienso en Alabama Moon o en Quatre germanes. ¿Qué hay de interesante en estas infancias en la intemperie?
Uy, no es un tema recurrente en mi club: ¡es el apriorismo más repetido en la LIJ! Y aquí sí que pasa tanto en las lecturas infantiles como en las juveniles, y en todas las épocas; de hecho, también es un recurso en el cine. Habitualmente, para desarrollar una buena trama para niños y jóvenes, los adultos (padres/madres) no tienen que aparecer. A veces los padres están vivos, pero los protagonistas están internos en una escuela. Otras veces son huérfanos. Sea como sea, narrativamente, como más ausentes sean los padres, mejor.
Otro libro del club es Fahrenheit 451, ubicado en un futuro donde la lectura es perseguida y los libros son quemados. ¿Crees que la distopía de Bradbury nos dice algo sobre nuestro presente? Más allá de su condición de clásico, ¿por qué la consideras vigente?
No me viene a la cabeza una relación con el poder que no vaya asociada al control, cada época busca las herramientas que tiene al alcance para ejercerlo, pensar que ahora no es así sería pecar de ilusa.
También tenemos novela gráfica en el club: Roaming de las hermanas Tamaki. ¿Por qué crees que nunca se habla de LIJ cuando se trata una disciplina con tantas posibilidades como los cómics?
El cómic ha pasado por consideraciones muy diversas dentro de la literatura. De hecho, inicialmente era una cosa para niños, ni tan sólo es consideraba apto para la juventud. Después se encasilló en una tipología determinada de adultos y, no hace mucho, prácticamente se ha convertido en una cosa de culto. En el caso de la LIJ, se tiende a pensar que es una lectura fácil y rápida, pero creo que esto denota desconocimiento. El cómic tiene muchas lecturas más allá de la textual.
A parte de novela gráfica, has añadido un título serializado, el primer volumen de Friday. ¿Qué crees que aporta la lectura serializada a la experiencia lectora? Hay un tiempo de espera, por ejemplo, que una novela convencional nunca pide a la hora de entregar capítulos.
A la lista he puesto dos títulos que tienen continuidad: uno es el de Quatre germanes, donde cada volumen va dedicado a una de las hermanas; y el otro efectivamente es Friday, que funciona aún más como serie. En este caso aporta la emoción de la espera, de saber por donde seguirá, y eso alarga el misterio. Es mucho más parecido a lo que pasa con las sagas audiovisuales. De hecho, Friday nació en formato digital, en webcómic, y por tanto estaba concebido en este formato mucho más habituado a la creación de títulos serializados. A parte del misterio, si la serie está bien construida, aprecias más la evolución de los personajes y de sus relaciones.