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Entrevistas
Javier Pérez Andújar: "Los cómics son una búsqueda de la belleza, de sentimientos tan profundos que se confunden con verdades"
por
Finestres
20.09.2024

Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) es autor de novelas y memoirs como El año del Búfalo, La noche fenomenal o Paseos con mi madre. Ha publicado y publica en medios generalistas como el diari Ara, El País o ElDiario.es, actividad que ha conciliado con la elaboración de textos para fanzines, algunos de ellos ya históricos, como Mondo Brutto. Una de sus pasiones son los cómics, medio para el cual ha trabajado como traductor (Astérix: ¡El cielo se nos cae encima!) y como guionista (El designio, con arte de Laura Pérez Vernetti). De esta pasión por los tebeos, Pérez Andújar ha hecho un club de lectura, el primero dedicado al cómic y la novela gráfica que celebramos —y mucho— en la Llibreria Finestres.


Has bautizado tu club de lectura de cómics Así se fundó Carnaby Street, que es el título de un libro del poeta Leopoldo María Panero. ¿Por qué escogiste este título?

Es su primer poemario, y este es el primer club de lectura de cómics de Finestres, y mi primer club de lectura en general. Como el propio título indica, se trata de un momento fundacional. Y también, por supuesto, el título se debe a que hay una búsqueda de lo poético en el tebeo. Intentaré transmitirla en el club. O, mejor aún, descubrirla entre todos y todas.

Leer cómics es como dibujar: una cosa que presuntamente hemos de dejar de hacer cuando ya no somos criaturas. ¿Por qué crees que este prejuicio sigue, todavía, tan extendido?

También jugar es una cosa de niños y la gente se pirra por jugar al fútbol y por ver jugarlo. Muchas veces se distingue entre los cómics para adultos y el cómic infantil. Actualmente, a los primeros, se les llama novela gráfica y cosas así. Antes, cómic para adultos era sinónimo de porno, o de erótico. Con las novelas también sucede. Durante mucho tiempo, Mark Twain fue considerado un autor esencialmente infantil. Julio Verne, lo mismo. Hoy los reivindican en todas partes. No es una cuestión de niños, ni de adultos, sino una búsqueda de la belleza, de lo poético, de sentimientos tan profundos que se confunden con verdades. O quizá, por eso son verdades, porque están hechas del mismo material que la belleza.

Habitualmente, los clubs de lectura tienen programas donde narrativa y ensayo son omnipresentes. ¿Por qué crees que lectores que no están habituados podrían disfrutar leyendo cómics?

Porque van a sentir cosas nuevas y las van a compartir con personas que han sentido algo parecido o diferente ante el mismo estímulo artístico. Leer es solo eso.

¿Cuál fue el primer cómic que te cayó en las manos de pequeño? ¿Y el primero que te dejó claras las posibilidades narrativas, o incluso experimentales, del medio?

Los primeros tebeos que leí eran Mortadelos. Quizá también DDT, Din Dan, Tío Vivo, Pulgarcito, Pumby, Jaimito... Pero todo esto son nombres. No hay una primera vez, sino un acto de lectura permanente que empieza en la niebla de la primera infancia, un niño que lee es un gorila en la niebla, y que ya no acaba (por lo menos, de momento). Empecé leyendo cuentos troquelados, quizá El soldadito de plomo, luego, vete a saber, tebeos y periódicos a la vez. Lo que había por casa. Los chistes de los periódicos y los titulares de las noticias me encantaban. Sobre todo los de las páginas de sucesos. Tal vez, cuando salió la revista Tótem, yo tendría 15 años o así, creí que el cómic tenía una vertiente experimental que se me mostraba como nueva. Estaba por ejemplo en las páginas de El garaje hermético, de Moebius. Pero esto es porque no me había dado cuenta de que de chaval ya había pasado por las vanguardias a través de las historietas de Vázquez, sus desiertos, sus cañerías, sus personajes que no respetaban la historia, ni las viñetas, y de los chistes de Conti, que tenía algo de cubismo y de expresionismo y de surrealismo a la vez.

Para ti, ¿la lectura de cómics ha sido una actividad interrumpida? ¿Ha ido a épocas?

Dejé leer cómics en una época que me dio por leer todas las novelas que creí que tenía pendientes y que había descuidado. Me entró mala conciencia literaria. Quizá de los 25 a los 35 fue cuando menos cómics leí, es decir, durante todos los años 90. En el siglo XXI volví al redil, y descubrí que el cómic había cambiado radicalmente en una década. Desde entonces, voy tras él. Seré para siempre un lector antiguo en un mundo nuevo. Pero una cosa al respecto, durante la lectura de Ici Même, de Tardi y Forest, abordaremos la relación entre cómic y literatura, entre este tebeo en concreto y la novela de Italo Calvino, El barón rampante.

Dime un cómic que te haya hecho llorar, si ha habido alguno. Dime otro que te haya aterrorizado.

No soy muy de llorar leyendo. Soy poco lacrimógeno. En realidad, los cómics que me gustan son los que me hacen reír. Tampoco me ha dado miedo ninguno. Y mira que estuve enganchado a Rufus, Vampus, Creepy... Pero me hacían soñar, imaginar, descubrir la estética del terror, eso sí.

Durante el proceso de diseño del club hubo propuestas que, por falta de espacio, se quedaron por el camino. En algún punto se plantea dedicar una sesión a Calvin & Hobbes. ¿Por qué es importante para ti esta tira cómica?

Calvin & Hobbes es un clasicazo. Es puro Renacentismo, pues representa la vuelta a los valores clásicos de la tira de periódico después de años de confusión, oscuridad y vanguardias que se convierten en callejones sin salida. Aparece después del otoño de la edad media de las tiras. También me hubiera gustado en esa sesión abordar la actitud de Bill Watterson, su insobornabilidad como artista.

Has incluido El sulfato atómico y La gorda de las galaxias, dos cómics que nacen bajo el paraguas de Bruguera. ¿Por qué crees que es importante reivindicar el legado de esta editorial, y hacerlo con estos dos títulos en concreto?

Bruguera creó millones de lectores de tebeos, de novelas de kiosco y de todo tipo de literatura. Ibáñez fue la modernidad durante todos los años 70. Su narrativa, su composición, eran las de las series americanas que se veían en la tele. Nicolás, el autor de La gorda de las Galaxias, representa con su caja de rotuladores Carioca la vanguardia sin concesiones. No es lo mismo vanguardia que modernidad. Un moderno puede acabar convertido en un clásico, como ha sucedido con Ibáñez. Un vanguardista siempre acaba solo. Pero esto ya lo veremos sobre la marcha.

En el club también encontramos Seguir dibujando, la crónica que Corinne Rey hace de su vida tras haber sobrevivido al atentado en la redacción de Charlie Hebdo. Pronto hará 10 años de aquello.

Con la historia de Coco plantearemos cuestiones como la libertad de expresión y los límites del humor. Pero también descubriremos toda la tradición de la sátira política francesa, y especialmente la que que surge una vez fracasado mayo del 68, como es el caso de Charlie Hebdo. Hablaremos de Cabú, Wolinski, Reiser, Gébé, Bretécher, Catherine Meurisse, Luz, Cavanna, el profesor Choron..., de generaciones dedicadas a la provocación y a las revistas irreverentes.

Cerrarás el club con Me la suda, un fanzine de Roberta Vázquez, y contaremos con la participación de la autora durante la sesión. ¿Por qué crees que el cómic es el único medio en el que autopublicarse no está mal visto?

Es su vía de respiración natural. En todas partes del mundo, montones de dibujantes han empezado autopublicándose mediante fanzines o con revistas editadas colectivamente. Antes de acabar en el Víbora, muchos dibujantes habían pasado por autopublicaciones como Picadura Selecta, Albóndigas Pertinaces, El Rrollo Enmascarado... Desde el underground, esto se ha hecho como una manera de enfrentarse a la industria. De contar lo que la industria no permite. Nos acercaremos a este grupo cuando leamos Taxista, de Martí. Desde otros campos, la autopublicación es el resultado de una búsqueda independiente de nuevas formas de expresión. Hoy existen en Barcelona imprentas artesanales, como Máquina Total, que colaboran con las dibujantes y los dibujantes más radicales, más innovadores. Pero será Roberta Vázquez quien nos hable de todo esto con absoluta autoridad. Le estoy muy agradecido a Roberta Vázquez por su participación en este club y por su generosiadad.


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